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Urdesa, 56 años después

Texto tomado de una publicación de El Universo
12 de noviembre del 2010



Todo empezó hace 56 años, cuando el constructor Ernesto Estrada realizó un sobrevuelo que dejaba ver un terreno asentado sobre el estero Salado. 


Era una extensión de tierra de aproximadamente 300 hectáreas que fue adquirida por la empresa constructora Edificaciones Ecuatorianas S.A., en un remate público realizado por la Junta de Beneficencia de Guayaquil en 1954 a un costo de “15 millones de sucres”, cuenta el empresario chileno Jacobo Ratinoff, uno de los integrantes del proyecto urbanístico. 


Ernesto Estrada, Julio Vinueza y Jacobo Ratinoff decidieron asociarse y formar una sociedad denominada Urbanizadora del Salado S.A., para adquirir la tierra y comercializar el proyecto en ese entonces más grande de desarrollo residencial en Guayaquil.


“En esa época fue una transacción poco común y muy importante y, por qué no decirlo, una gran y riesgosa aventura empresarial, pues nunca se había pensado en desarrollar sobre un pantano una urbanización de tal envergadura”, señala Jacobo Ratinoff vía mail desde San Francisco, donde reside.




Esta urbanizadora contrató al arquitecto chileno Alamiro González, quien hizo el diseño de la ciudadela. “Así nació lo que hoy se conoce como Urdesa”, dice con orgullo Julio Vinueza, otro de los pioneros.


Afirma también que las ventas fueron un éxito, pues en ese entonces Banco La Previsora, cuyo dueño era su suegro, Víctor Emilio Estrada, otorgaba créditos de hasta diez años para que las personas pudieran adquirir sus viviendas.


Cuenta Julio Vinueza que el principal problema de la ciudadela era su ingreso. “Lo que se hizo fue construir un pequeño puente entre Miraflores y Urdesa, que todavía existe pero mejorado”, indica él. 


Ratinoff recuerda que tuvieron que construir un acceso al terreno pues lo que hoy es la av. Kennedy terminaba al pie del Estero. Se lo hizo instalando grandes tubos que permitieron el flujo y reflujo de las aguas del estero y “sobre estos tubos, un relleno de piedra para el tránsito a los terrenos de Urdesa”.


Fue un impacto para la gente, que quería comprar lotes fácilmente. Para su venta, Urdesa fue dividida en cuatro sectores: los de 2.000 m² que daban frente al estero; el sector 1, de 800 m²; sector 2, de 400 m²; y el sector 3, de 250 m². 


“Tal fue el éxito que en un fin de semana logramos vender hasta 50 lotes y casas”, dice Ratinoff, quien estaba a cargo de la venta.


Los primeros en llegar


Para 1958, Urdesa ya estaba casi terminada, pues contaba con los servicios básicos: agua potable, alcantarillado y alumbrado. 


Una de las primeras viviendas en construirse fue la de la señora Ana María Salas de Wray, en Víctor Emilio Estrada y Circunvalación Sur. Y la casa donde ahora funciona el Banco del Pacífico, que perteneció a Alberto Wright y conserva su diseño arquitectónico original. 


“Era puro monte, no había alumbrado eléctrico y había mucho polvo porque las calles no estaban asfaltadas”, recuerda Ana María Salas, quien vivió 42 años en Urdesa.


Otros de los pobladores iniciales fueron German Abad Valenzuela, Armando Arce, Miguel Béjar, Pepe Ceballos, Raúl Lebed, Miguel Macías, Fidel Miranda Robalino, Hipatia Paladines, Juan Carlos Faidutti, León Febres-Cordero, José Ferretti, Thomas Hollihan.


La entrada principal de Urdesa se ubica al bajar el puente de la Kennedy, que conecta a la Víctor Emilio Estrada y las dos Circunvalaciones.


Las calles están ordenadas alfabéticamente por nombres de árboles nativos: Acacias, Bálsamos, Cedros, Dátiles, Ébanos, Ficus, Guayacanes, Higueras, Ilanes, Jiguas y Laureles.


En el 2005, el Municipio inició el proceso de regeneración urbana.

Para Martha Béjar de Múgica, secretaria de Accur, la Asociación Cívica y Cultural de Urdesa, creada en 1973 y que cuenta con 45 socios y 15 directores, la ciudadela fue un ejemplo de progreso urbanístico. Pero hoy evidencia problemas propios del crecimiento poblacional. 


“El progreso ha sido para ciertos sectores lo que causa molestia en las zonas internas, puesto que hay exceso de tráfico y falta de seguridad”, expresa ella, quien reside hace 51 años en el sector.


Julio Vinueza, de 89 años, también vive allí (en Circunvalación Norte y calle Sexta) haciendo honor a un proyecto que ayudó a desarrollar y que tiene un significado especial puesto que la vía principal lleva el nombre de su suegro, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga, padre de su esposa Leonor Estrada Ycaza.

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