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Nacionalismo futbolero

En el nacionalismo futbolero patear un balón dentro de una valla
es más heróico que morir en una batalla por un ideal... 

Ecuador 1, Colombia 0. Con altura, contra un árbitro que pito mal, con Falcao en cancha, a pesar de lo malo de Rueda, y no se cuántos otros comentarios habré escuchado ayer tras la victoria agónica de la selección nacional de fútbol de Ecuador frente a su par de Colombia. No se hablaba de nada más, y hoy fue peor en el transporte público. Los diarios cubrían la noticia del partido como si fuese la solución a todos los problemas del mundo. Un país entero conmocionado y orgullosos de ver flamear ese tricolor, o al menos la mayor parte de la población. Y me preguntaban porqué no celebraba, me preguntaban porqué mi estado de ánimo no era de buen semblante, a lo que solo pude responder: ¡Yo soy del Barcelona, no me joda!

Cada vez que expreso mi opinión sobre ser barcelonista y no apoyar a la selección se genera una incomodidad en el ambiente, la simple idea de no seguir como borregos a la mayoría causa una falla en el sistema, las alarmas de un ataque contra la nación que vive en cada cabeza ovejista se activan; y por lo general, me llevo la peor parte por decir lo que pienso.

Y es que ha ganado la selección, y ¡viva Ecuador! ¿Qué hubiese pasado si hubiera perdido? Nada, no pasaba nada, solo nadie sacaba a relucir su nacionalidad. Y es que el ecuatorianismo se mide por victorias por la selección. Una victoria de la "tricolor" es la caída de toda secesión, la unión de todos los ciudadanos, el paraíso de todo estatista, el peligro de la libertad a la larga. 

Hoy he aprendido que si no alabas a la selección después de un victoria, mejor espera una majestuosa puteada.

Hólger y Obama-boy

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