Junta de Gobierno.
Excelentísimo Señor.
Por extraordinario comunicamos a Vuestra Excelencia hallarse bloqueando este puerto las fragatas de guerra españolas Prueba y Venganza, con la corbeta Alejandro, y que invitados a entrar en negociaciones habíamos remitido nuestros comisionados, con su correspondiente instrucción. Este paso surtió todo el efecto que podíamos desear. Como nos hallábamos en el mayor cuidado teniendo que de un momento a otro se apareciese Vuestra Excelencia en este puerto, sentamos por primer artículo de la instrucción que mientras durase el ajuste del tratado, el puerto debía quedar libre, y franco, sin que se opusiese el menor embarazo a las embarcaciones que entrasen y saliesen. Establecido este principio se convino en que el Comandante de la escuadra entrase a la ciudad a ajustar personalmente las negociaciones, en lo que hallábamos una razón de política, y conveniencia.
Luego que vino dicho Comandante se nombraron por una y otra parte nuestros comisionados para arreglar el convenio; y conociendo que ese Estado era el primer interesado en él, dimos parte al Agente Diplomático del Perú, que informará a Vuestra Excelencia de todas las circunstancias de este negocio.
Sabiendo el estado de la escuadra enemiga, sentamos por primer artículo de la instrucción de nuestros comisionados que no se Entrase en ningún convenio sino era comprendida en la entrega la Fragata Prueba. Así se ha conseguido como verá Vuestra Excelencia por el adjunto tratado que acompañamos impreso.
Es difícil expresar debidamente el celo, y eficacia que ha manifestado el señor general Salazar en todo este negocio, debiéndose a su influjo, y amor de su país la pronta, y fácil realización de un convenio en que nos propusimos sacar las ventajas posibles.
El general La Mar ha correspondido igualmente a la confianza que merece a Vuestra Excelencia, y a la estimación con que le distingue el Perú. El vivo interés que ha tomado en este asunto ha influido eficazmente en su feliz conclusión.
Entre los primeros comisionados que enviamos a la Puná para ajustar la franquicia del puerto, y que en caso necesario se quedase en rehenes si venía el Comandante de la escuadra a la ciudad, fue don Manuel del Burgo, natural de Lima, y que venía de Europa nombrado intendente de Tarma. Este sujeto se ha comportado con el más honrado esmero, y por su patriotismo, y relaciones ha sido un aparte principal del buen suceso de su comisión.
Así hemos conseguido privar a España de las últimas tablas en que vagaba el resto de su poder marítimo; así hemos quitado este recurso a sus tropas que infestan aún el suelo americano; así hemos destruido este inconveniente a los movimientos de los ejércitos de la libertad; así en fin queda asegurada la paz del Pacífico.
Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.
Guayaquil, 22 de febrero de 1822.
Excelentísimo Señor,
José de Olmedo.
Excelentísimo señor Protector de la Libertad del Perú.
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