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Ecuatorianos por un partido


Una victoria de la selección nacional de fútbol de Ecuador sobre su similar de Chile, con marcador de 3 a 1, no simplemente se traduce como una estadística deportiva o un ajuste en una tabla de posiciones, sino es el punto de estallido de un sentimiento nacionalista patriotero ecuatoriano el cual solo a pocas personas dentro del territorio no llega a contagiar.

La algarabía se la vivió desde días anteriores pero de una manera muy soft. Una que otra propaganda, pauta comercial promocionando un producto y utilizando la imagen del equipo de fútbol. Esto pasa a menudo, pero otra parte de la propaganda, es su sentido político: el del sentimiento de unidad. No es un fenómeno local, sino a nivel mundial. El provecho que se les saca a los eventos deportivos con un fin político. Para ejemplo: la Catalunya independentista ordenando una senyera con miles de cartulinas en el Camp Nou en un Clásico (FC Barcelona-Real Madrid).

La coqueta algarabía se transforma en una enfermiza pasión conforme se acerca el día. Y llegó el 12 de octubre de 2012, día del Ecuador-Chile por las eliminatorias. como siempre era común las personas con una camiseta de la selección en la calle, también valen las de Barcelona SC, también cualquier otro trapo amarillo, no importa. La cuestión es ser parte de ese delirio masivo llamado ecuatorianismo.

Un ecuatorianismo efímero. Un ecuatorianismo de presencia nómada. Una novelería disfrazada de patriotismo. Allá en la ciudad de las montañas, las personas corrían rápido al estadio, esa aglomeración cautivante en cierto modo. El día estaba muy agitado en los negocios pequeños: esos que venden cerveza bien heladita. En veredas o salones, las personas en La Perla enlazaban su espera por el partido con esa pasión única que se experimenta al beber la típica Pilsener, la exquisita Club Verde, o la económica Brahma.

En balcones se observaban otro paisaje. El paisaje de las banderas. Esas que no aparecen en las fiestas patrias. Y ¿quién ha dicho que las banderas son para las fiestas nacionales? Las banderas son para los días de partidos de la selección, no huevadas. Creo que esta característica es una de las muy escasas que comparten los individuos de la llanura litoral, como la alta serranía, o los de la densa selva, o los olvidados insulares.

Poco interesaba el Día de la raza, Descubrimiento de América, Hispanidad, anticatalanismo. Acá solo importaba el partido y las bielas. Punto.

Llegó el partido y se vivió un éxtasis general mezclado a deseos y esperanzas. El partido, como yo predecía, fue de dominio ecuatoriano. Talento de los jugadores: 40%; mulanada de los contrarios: 15%; localía: 5%; altura de más de 2500 msnm: 40%. Y no me vengan con estupideces reivindicatorias, la altura les ayuda mucho a los locales, es un hecho. Ecuador dominó el partido con gran amplitud, inclinando la cancha al sector chileno y creando muchas oportunidades de gol. El dominio del conjunto ecuatoriano fue tan abismal que no se contentaron con marcar sus propios goles y marcaron también el de los chilenos. 3 a 1, buen marcador, y alegría de los aficionados.


Nació así el ecuatorianismo crónico. La enfermedad del fanatismo nacionalista. El 90% de los nacidos en estas tierras se sintieron más que nunca ecuatorianos por un partido. La compra-venta de licor continuaba con una sonrisa en los consumidores, la alegría que despistaba el control de los bolsillos. Algunos, ya bien entonados, se golpeaban el pecho exclamando a todo pulmón su sentimiento ecuatorianizado.

Al otro día, las estadísticas; después el grato recuerdo, y a la semana... ¿seguirá ese sentimiento? Ajajajaja... ¡No! Acá solo hay ecuatorianos por un partido. Ya atrás quedó el guayaquileñismo del comienzo de semana. ¡Sigan siendo ecuatorianos por un partido, yo seré guayaquileño por siempre!


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