es sin duda lo que me mantiene firme en esta vida.
Y aunque a veces nos enojamos hasta por una tontería,
y nuestras rabietas no sean más que parte del improvisado drama,
aun en su inocencia sabe que es suya mi alma.
A ella, que es mi compañera, de juego y complicidad,
una pequeña niña de tan solo 7 años.
A ella que comparte mis locuras y se ganó más que mi amistad,
a mi sobrina que única testigo de que también puedo ser dulce.
Es mi sobrina, sí. Pero la quiero como mi hija.
Juntos compartimos tantas alegrías.
Así como penas y por lo general risas,
mágicos momentos como cuando jugamos
con escobas a las espadas, rey y princesa.
yo el malvado y ella la heroína que me derrota.
No me gustan las fresas, soy un tipo dark,
amante del rock y ajeno a las cursilerías.
Pero no con ella. No con mi bella hija apañada.
Con ella, me ha tocado ver películas de princesas,
de esas que encuentran al príncipe azul,
de esas donde los animales hablan y bailan.
Películas de fantasía y dibujos animados,
de esos con canciones ridículas que me provocan nauseas.
Y no puedo ver televisión libremente,
me he acostumbrado a ver sus series,
lo de Discovery Kids, hasta Playhouse Disney,
me conozco los soundtracks de propagandas,
me conozco los nombres de esos muñequitos.
No me interesa ya nada de eso,
mientras la vea contenta y brincando,
cuanta paz siento al oír esas carcajadas,
mientras cuando la retan y ella llora,
me indigna y me lleno de enojo.
Y allí viene ella, después de haberme roto algo en mi cuarto.
No viene con las manos vacías.
Viene con un sobre improvisado.
En su interior una carta, su español no es muy bueno.
apenas unas escasa palabras,
y una lágrima me rueda.
un dibujito de ambos agarrados de la mano,
y la frase "te quiero mucho, con todo mi corazón".
Ella es mi sobrina.
Ella es mi hija.
Ella es el único motivo por lo cual no me rindo.
Ella mi Ariana.
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