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Tormento morado

Puedo resumir todo este texto en una simple oración: "No me gusta la colada morada". No se si es por cariño a la marca o por desagrado a los ingredientes, pero prefiero una Coca-Cola caliente sin cubitos de hielo a probar esa famosa colada. Y es que para esta etapa del año, la gente se enloquece por participar en este ritual masivo gastronómico.

Temprano en la mañana me levantaba, no voluntariamente sino por los gritos de mi mamá. Tenía que ir a comprar el pan. Me trato de arreglar lo que más puedo para salir de la casa, sin embargo, mi cabello rebelde quedaba sin doblegarse a los designios de la peinilla. Un par de saludos a vecinos algo allegados; otro par a vecinos prácticamente desconocidos; y, otro par de saludos por cortesía y con tono hipócrita. Todo iba bien hasta cuando una paloma -de esas que moran en los cables- casi me alcanza con sus desechos, ¡paloma p%t&!. Un vendedor de periódicos estaba con un vaso y una cuchara, algo raro que me alertó.

Era un día de esos raros, donde la gente comparte cosas raras y habla de otras cosas raras.

Un a señora de avanzada edad, allegada a la familia me invitó un vasito de esa colada morada, y con una sonrisa falsa y con un agrado fingido me tomé ese brebaje folklórico. Pero esto no acaba allí.

Al llegar a la panadería noto algo poco usual. La hija de la dueña de la panadería estaba vendiendo. Las pocas veces que se la ve en la panadería, a todos los hombres del barrio nos pone a babear, y esta ocasión era algo igual. Cuando se dirigió ante mí para atenderme casi ni hablo de lo atónito que me dejó su belleza. Sonrió al ver mi cara de pendejo y apenas dije lo que tenía que comprar. Al terminar la transacción, me dispuse a irme y ella me llamó. Al percatarme que me estaba llamando me ilusioné completamente, pero al voltear y fijarme bien, estaba allí, brindándome un señor vaso de colada morada. Con toda la mala gana maquillada del mundo me lo tomé, le agradecí, y suspiré... Y ya después, fuera de su rango visual, puse mala cara... ¡iack!

De regreso a mi casa, nuevamente otro vecino salía de su portal para brindarme colada. Ni bien acababa de percatarme de las intenciones del señor, aceleré el paso -creo que incluso corrí un poco-, no miré atrás, e hice caso omiso de cualquier llamado, solo corrí (a lo Usain Bolt)... y así salvé de otra embestida culinaria.

¿Qué le pasa a la gente con estas bebidas raras?

Ya para el mediodía, mi mamá se unió a este culto y extendió mi tormento... un tormento morado.

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