Sería prohibido olvidar aquel día, en que la prepotencia de esos consentidos dieron un golpe fatídico. La mitad de lo que se amaba se consumía, mientras en las sombras reían. Fueron así huyendo a su ratonera hedionda de donde salieron. Tierra de insectos y parásitos que han enviado a nuestro hogar la desdicha.
Y del fuego, como el Fenix, resurgiría. Y los culpables muy frustrados parecían. Volvía con fuerza, volvía con valor, no faltaba la alegría. Aun más peligrosa, aun más ambiciosa. Con hambre de gloria y brindando el calor típico de la zona.
Esas ratas infelices seguían con su cólera en su tierra de mierda frívola. Ese caudillo quería ver el cambio, y ese duro golpe no fue lo suficientemente fuerte para detener el proceso. Lo que se amaba volvía a verlos con desprecio, como verdaderamente siempre lo ha hecho.
Ciertamente estas cosas, los cojudos, quieren ocultarlas. Tratan de que no se recuerde. Piden unión tras la afrenta. Hablan sin conocer un poco de estas cosas, típicos idiotas ignorantes. Lo que se ama y esa basura fría, jamás podrán vivir en armonía.
Mas que rivales, siempre enemigas.
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