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El aborto: la decisiĆ³n es de la mujer

La vida de cada ser humano mantiene una importancia para la supervivencia de nuestra especie en el planeta. Amamos a la vida, como amamos la libertad, y de cierta forma tambiƩn amamos muchas veces la propiedad. Cuidamos nuestra vida y la de nuestros seras mƔs allegados por que es vital para nuestra felicidad. Y llega un momento en nuestra existencia que empezamos a velar por los intereses de los demƔs.

Por convicciones religiosas y valores inculcados desde pequeƱos, nos aterramos ante la posibilidad que las mujeres practiquen el aborto. Nos da tristeza que ese pequeƱo feto no pueda llegar a tener las posibilidades que nosotros tenemos. Nos quita la respiraciĆ³n la forma de como estos terminan su vida aun incluso antes de nacer. Una vida truncada, muchos sueƱos rotos, mientras rĆ­en mujeres malvadas que se han salido con la suya.

Pero, ¿es del todo cierto esto?

Nosotros hemos nacido, y este es el punto de partida y de llegada de todo argumento pro-vida, en alusiĆ³n a que ninguno de los que estĆ”n a favor del aborto a sido abortado. Y es verdad: hemos nacido y debemos de dar gracia por ello. ¿A quiĆ©n debemos dar gracia? ¿A Dios? ¿A la comunidad a la que le importĆ³ un carajo que yo estuviera 9 meses en el vientre de mi madre? ¿A la moral? ¿A los curas? ¡No! Le doy las gracias a que mis padres me quisieron tener, que me quisieron criar, que tuvieran las oportunidades econĆ³micas para mantenerme con acceso a la salud (nacĆ­ con pĆŗrpura trombositopĆ©nica), y que me dieron una educaciĆ³n y cultura con lo cual me siento muy afortunado. Muy afortunado...

Fortuna, damas y caballeros; fortuna. La fortuna de tener padres que deseen tener niƱos, la fortuna que puedan mantenerlos sanos, que puedan cuidarlos, que puedan protegerlos, que puedan darles un entorno propicio para que crezcan de una forma adecuada. Por que no solo se debe preocuparse por el nacimiento del niƱo, sino de su crianza. 

Pero no siempre se da el caso de que los padres o madres quieran tener hijos, o tengan los medios para que ese niƱo crezca de forma digna. Puede darse el caso de pobreza, descuido de jĆ³venes no informados de riesgos de paternidad/maternidad, eminente peligro de la vida de la progenitora, y muchas veces incluso de violaciĆ³n de la mujer.

¿QuĆ© culpa tiene el niƱo?

"Ninguna", es la respuesta a la pregunta incesante que hacen los pro-vida, y es verdad. El pequeƱo feto no tiene culpa alguna. En muchos casos, puede que no se haya programado el niƱo pero igual se le hace cabida en el hogar. No importa que la madre sea menor de edad, o que haya afrontado peligros, o que haya sido violada. La decisiĆ³n la tomĆ³ ella. Ella es la que decide sobre so Ćŗtero, y no los demĆ”s. Y como prefiriĆ³ mantener al niƱo, la sociedad torpe y ciega la aplaude, para luego darle la espalda y seguir su ruta sin importar las necesidades que pase ella y su hijo.

Pero otras madres no quieren correr ese riesgo, prefieren no tenerlo. Traumas psicolĆ³gicos posteriores a la violaciĆ³n, pobreza extrema en donde no se le asegure la salud al niƱo, no se le asegure la alimentaciĆ³n propicia, ni el entorno adecuado para su crecimiento. Ella decidiĆ³ lo que -segĆŗn su forma de pensar- fue lo mejor. Pero ante esto, esta sociedad curuchupa la seƱala con un dedo y le quita toda posibilidad de viabilizar su deseo.

"Asesina" le llaman, pero ninguno de esos pro-vida ha estado en su cuerpo ni en su realidad para poder comprender por lo que ella pasa, por lo que ella teme. SeƱalan y juzgan sin conocer su mundo. Critican desde otra perspectiva, desde su cĆ”lido lugar de confort y con un rosario en la mano. Hablan de que es prohibido por un Dios que siendo omnipotente no hizo nada para detener la violaciĆ³n de ciertas mujeres. Hablan de valores cuando nunca hablan de solidaridad econĆ³mica con la mujer.

La mujer reprochada por la sociedad busca la manera de abortar, pero como no hay nada legalizado acude a centros clandestinos poniendo en riesgo su vida. Pero esto no ven los pro-vida, los justo y sabios que van los domingo cĆ³modamente en misa mientras varias madres trabajan los 7 dĆ­as a la semana para darle un bocado de comida a los suyos.

La mujer embarazada necesita dinero, ¿dĆ³nde estĆ”n los pro-vida en ese momento? ¿Por quĆ© no hacen una colecta o apadrinan al muchacho durante los nueve meses de embarazo y los primeros 12 aƱos de vida del niƱo? ¿Van a ayudarle a la mujer a cuidar al niƱo y velarlo en tiempos de enfermedad? ¿CuĆ”l es la soluciĆ³n de los pro-vida? ¿Solo rezar u orar y opinar sobre algo que ellos nunca comprenderĆ”n? ¿QuĆ© puede opinar un cura sobre algo que Ć©l por celibato nunca llegarĆ” a vivir, a palpar en carne propia? ¿QuĆ© harĆ” la sociedad curuchupa?

Soy de la oposiciĆ³n, pero jamĆ”s abandonarĆ© mis posturas sobre esto por defender o atacar agendas polĆ­ticas.

La decisiĆ³n no es mĆ­a, ni de los curas, ni los pro-vida. La decisiĆ³n es de la mujer.

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