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El final de nuestra república

Las diferencias de las dos realidades con las que vivimos a diario se hacen notables en el momento que el individuo per se empieza a interesarse en la historia, pero para ello es imprescindible no buscar en una sola fuente, en una misma fuente, ni en la fuente más común. La historia nacional nos ha enseñado a través de los tiempos el heroísmo de Simón Bolívar, sus proezas y desempeño para darnos la "libertad". Estos criterios son aceptados por la mayoría de personas que aprenden esto desde la educación primaria y nos lo siguen repitiendo una, y otra, y otra, y otra vez, hasta que se vuelva ley en nuestras vidas alabar al "Libertador", y sea una especie de pecado hablar mal de él.

Y nos pueden engañar vilmente con la idea de que el 10 de agosto de 1809 es la verdadera fecha del inicio de la independencia del territorio, pero jamás podrán callar a los pocos, que dedicando un poco de tiempo al estudio de la historia, han logrado desenmascarar las mentiras que la Academia Nacional de Historia trata de inculcar a todos. Y la verdad es que ese fracaso de independencia, en realidad, no es una independencia, ya que basta leer el "acta" de aquella junta para darse cuenta de lo que realmente ocurrió en la tan famosa "Luz de América". No fue el "primero", no fue "grito", ni se trató de "independencia". Pero esta publicación no se centrará en los hechos ocurridos en 1809, sino en la destrucción de la república guayaquileña en las manos de Bolívar en 1822.

Podrá ser considerado un gran personaje en Venezuela, Colombia, Perú y en casi todos los países sudamericanos, e incluso se acepta que se lo considere como tal en Quito, y en Cuenca; pero cuando un guayaquileño muestra reverencia ante la imagen de ese tipo, realmente es indignante. Ni siquiera se atreven a recordar a los próceres Olmedo, de Villamil, Antepara, Ximena, sin embargo de Bolívar, hasta su natalicio lo celebran. ¡No! Guayaquil y su provincia no necesitó de Bolívar ni de sus generales para obtener su independencia del imperio español.


Tras la independencia de Guayaquil, alcanzada el 9 de octubre de 1820, rápidamente se crea un ejército guayaquileño con el ánimo de combatir a las fuerzas realistas restantes en su provincia y como acto noble deciden también pelear por la independencia de Cuenca y Quito, a la vez que asegurarían su independencia. El prócer José Joaquín de Olmedo convocó para noviembre del mismo año un congreso donde estaban representados todos los pueblos guayaquileños (es decir, de su provincia), los cuales decidieron la creación de un Estado independiente ajeno a cualquier proyecto extranjero de expansionismo continental. Crearon su constitución propia y decidieron que el destino de Guayaquil sería el de independiente tanto de España, como de cualquier otro Estado. Sin embargo, los demás países, deseosos de integrar a Guayaquil a su territorio, jamás reconocieron a dicho Estado, pero eso no detuvo a los "patriotas de octubre" y siguieron con su proyecto independiente de la Provincia Libre de Guayaquil.

Como enviado de negociaciones de Bolívar, llegó Antonio José de Sucre a la ciudad de Guayaquil y, tras pactar con Olmedo y los demás personajes principales del gobierno, decidieron fusionar a la División Protectora de Quito (ejército guayaquileño) con el Ejército Libertador (ejército grancolombiano) y con ello librar la "Campaña del Sur". Sucre comprendió que en aquel momento no era conveniente negociar la anexión de Guayaquil a la Gran Colombia, ya que más importante era la emancipación de los pueblos restantes.

Finalmente, la última batalla de la independencia del actual territorio ecuatoriano se desarrolló en los alrededores del volcán Pichincha el 24 de mayo de 1822, en la cual flameó victoriosa la bandera guayaquileña. De hecho, Abdón Calderón portaba la bandera albiceleste de Guayaquil al pertenecer al batallón guayaquileño "Yaguachi" en aquella batalla, y no la tricolor colombiano como siempre lo ilustran en los libros aprobados por la Academia Nacional de Historia. Tras la victoria independentista se le ofreció a Cuenca y Quito integrarse a la república guayaquileña, sin embargo, rápidamente decidieron integrarse a la Gran Colombia, esta actuación era obvia ya que los problemas con el tema regionalista han existido desde la colonia.

La batalla de Pichincha fue el comienzo del fin de la república guayaquileña, ya que al haber alcanzado integrar a Quito y Cuenca a su proyecto de integración regional, Bolívar se dio cuenta de la gran importancia económica de la Provincia Libre de Guayaquil. No podía permitirse que Guayaquil permanezca independiente o en su defecto que el Perú se la anexe para él. 

En Guayaquil, habían tres facciones (como nos han enseñado desde la "escuelita"), sin embargo, no tenían el mismo número de adeptos todas ellas. En realidad solo una poca cantidad de guayaquileños querían integrarse a la Gran Colombia, ya que no tendrían mucho beneficio, y más factibles veían las otras dos opciones: integrarse al Perú o quedarse independientes. Existían muchas personas que pensaban como Olmedo, sin embargo la cúpula de comerciantes confiaba en tener un mejor mercado al anexarnos al Perú, ya que de hecho compartíamos ciertas similitudes con las ciudades costeras peruanas e historia comercial. Estas opciones llegaron a los oídos de los "libertadores" Bolívar y San Martín, quienes veían a la ciudad y su provincia como un premio a obtener.

Bolívar expresó sus deseos de anexar a la ciudad e incluso de declaró a Olmedo: "Una ciudad y un río no hacen una nación". Más aún, en cartas enviadas a su amigo, Francisco de Paula Santander, califica a nuestra república como "pueblo afeminado y nada militar". Sin embargo, para negociar de buenas maneras trata de retractarse adulando al gobierno guayaquileño y refiriéndose en buenos términos a la Provincia Libre de Guayaquil. 

San Martín decide venir a Guayaquil, pero Bolívar se le adelanta. El venezolano no entra de forma pacífica a la ciudad, sino que trajo varios batallones con él, de manera que prácticamente ocupó e invadió la soberanía guayaquileña. Olmedo indignado le deja conocer su descontento y se autoexilia a Lima. San Martín llegó después a Guayaquil, y al ver una ciudad totalmente sometida, decide tratar el destino de los reductos realistas en el continente. La "Entrevista de Guayaquil" se desarrolló el 26 de julio de 1822 y decidió la casi inevitable, marcando el final de nuestra república. Oficialmente nos integramos a la centralista República de la Gran Colombia el 31 de julio de 1822 y nos convertimos en el "Departamento de Guayaquil" del Distrito del Sur de una nación que desde su comienzo estaba destinada al fracaso al crearse con el corazón y la desesperación, más no con el cerebro y la cordura.

A Bolívar no le bastó ser considerado una especie de deidad, sino que quiso ser un gobernante sobre los pueblos que "liberó", por ello creó su Gran Colombia. Guayaquil a raíz de eso, tuvo varias rebeliones en contra del gobierno centralista gran colombiano, de hecho fue uno de los primeros pueblos en proponer la disolución de la nación bolivariana. Esta es la verdad acerca de la historia de Bolívar y Guayaquil. Nuevamente afirmo que se trata de un ídolo en varias partes de América Latina, y lo acepto, pero no el que se nos trate de imponer la imagen de ese sujeto aquí en Guayaquil como héroe.

Hace poco se cambió el nombre de nuestro antiguo aeropuerto, Simón Bolívar, por el del verdadero héroe de nuestra independencia, José Joaquín de Olmedo. Poco a poco se quiere erradicar ese nombre de nuestro malecón, y de cualquier otro lugar. Sin embargo, allí está el enemigo de Guayaquil, Rafael Correa, imponiendo nuevamente el nombre del usurpador, solamente para darle propaganda a su "amiguito" comunista Hugo Chávez y su "revolución bolivariana". 

No necesitamos el nombre de un extranjero. Nosotros tenemos nuestra propia historia.




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2 Comentarios

Unknown ha dicho que…
muy cierto (y)
Rosa Delgado ha dicho que…
hola A amigo segeo
me encanta como escribes, pero discrepo en algo muy fundamental,
te recomiendo el libro de eduardo galeano
LAS VENAS ABIERTAS DE LATINOAMERICA.