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Frustrante crónica de un arrachón frustrado

Para pedir más plata en su sueldo si son No.1
Una mañana típica de invierno: una garúa débil, cierta brisa refrescante antes de dar paso al sofocante calor; y, al tiempo del zenit una soleada cancerígena que mataba todas las esperanzas e ilusiones de un día relajado para muchos. Escuché una vez que el sol y su calor agobiante influyen en el comportamiento humano generando una especie de incitación a la violencia, y esto se convertiría en un gran factor para el problema delincuencial dentro de la urbe. La verdad, una soleada invernal guayaca no representa para mí más que una excusa para darle al noble oficio de libar.

-¡Y es viernes!- exclamé esperando una reacción favorable por parte de mis compañeros - ¿Que más se puede pedir? ¡El escenario es perfecto!- agregué al ver sus caras, mismas que se rendían ante la idea de una helada cerveza a su alcance y olvidar el aburrimiento que los profesores nos imparten en las aulas de clase. Y tal como esperaba, hubo quienes podían y querían acolitarme. 

Facultad de Jurisprudencia. A las afueras
de la facultad se propuso la chupa.
Iba yo entonces al lado de estos compañeros de bielas y aulas, con mi característica maleta de laptop (solo la maleta, la laptop me la robaron long time ago) y buscamos uno de los sectores de la ciudad que más espanto daba. La verdad, no fue por tener poco dinero, incluso teníamos lo suficiente para estar en un lugar un poco más high class, pero lo que nos motivó a estar allí es esa búsqueda de aventuras y futuras anécdotas que contaremos a nuestros "nietecitos" (si el IESS nos lo permite para ese entonces). Nos inspiraba algo de confianza aquel sector debido a la presencia de un retén policial a pocos metros del chupadero.

Nos instalamos y empezamos a beber, esperábamos tomar unas pocas cervezas y luego ¡cada cual para su casa!, pero llegamos a ese momento de la pica, absurdo momento en el que te niegas a una más y sin darte cuenta sigues bebiendo sin parar. Al transcurrir de las botellas veía muchas caras, a leguas se notaba que eran delincuentes, que nos estaban inspeccionando, que nos estaban esperando, y yo con mi maleta de laptop sin laptop dentro. 

Rondaban las 6 de la tarde y el momento de irnos había llegado, eramos tres los que sobrevivimos a tanta ingesta de alcohol, y mientras mis compañeros se adelantaron, yo inocentemente me rezago para comprar un tabaco. Tras encenderlo seguí mi camino y a contados pasos alguien haló con gran fuerza mi maleta arrancando la cinta con la que la llevo del hombro (no sé como se llama esa cinta y al momento que escribo esta crónica aún estoy algo ebrio como para ponerme a buscar). En el forcejeo me aferré a mi maleta (de laptop sin laptop dentro), tenía papeles muy importantes, copias que me servirían para estudiar y rendir un buen examen. Por la desesperación del momento, no pude verle bien la cara, el halaba, yo resistía, vi que otro lo esperaba en una moto. De lo brusco busqué arrimarme contra una pared, estaba cediendo, y veía perdida mi maleta, me amenazaba con dispararme pero no le veía arma alguna, estaba utilizando ambas manos para arranchar con fuerza, había mucha gente a nuestro alrededor pero nadie hacía nada, traté de patearlo en vano, no podía patearlo sin cederle mi maleta. 

Menos palabras, ¡por favor!
De repente, y tras aquellos pocos intensos segundos que se hicieron eternos, miré hacia un costado y vi como mis compañeros venían corriendo a golpear a este sujeto y apoyarme: uno (que va mucho al gimnasio y es medio rodado de la vida) venía directamente a golpearlo, el otro (más joven pero igual de valiente) más atrás buscando una piedra o un palo para golpear. Vi como el ladrón se asustó, aflojó la maleta y rápidamente se subió a la moto con su compinche y huyeron impunemente. 

Todo esto ocurrió en alrededor de 10 segundos. Otros malandrines ebrios se reían, los jugueros solo hacían gestos de desaprobación con sus cabezas. Uno de estos borrachines (con cara de pillo buena gente) se acercó a nosotros y nos dijo: ¡Ahí está el retén! ¡Vaya socio! ¡Sáquelos correteando a esos manes!. No es una exageración, el reten, PAI, o como se llame, estaba a solo dos casas de donde me intentaron robar. 

No había nadie afuera patrullando el sector, estaban todos metidos en ese pequeño lugar. Recuerdo que eran cuatro chapas: tres hombres y una mujer con muchos esteroides. Estaban contando chistes, riéndose, pasando un momento ameno, creí ver una botella trago a un costado un poco discreta. De la buena vida, mientras el hampa acecha a la ciudadanía. Estos imbéciles ganan un sueldo costeado por nosotros los ciudadanos para que, supuestamente arriesguen hasta su vida por el bienestar y seguridad de los contribuyentes, pero en la práctica es todo lo contrario.

Me acerqué y uno de ellos (con poco ánimo) me atendió. Le conté lo ocurrido a escasos 9 metros con lujo de detalles y el chapa, con un quemeimportismo grosero y un marcado acento serrano, me soltó el verso : No le robaron ¿o sí se le llevaron algo? ¿y? ¿que quiere que yo haga? Ya se fueron los ladrones, ¿no?. No vamos a ponernos a cazar a estos manes y dejar desprotegido el retén, usted no es el único con problemas.  Usted mismo tienen la culpa de venir para acá con eso bolso ¡Por favor, colabore!

Yo ya le iba a soltar un puteada de confianza, mis panas me vieron enojado y me condujeron fuera de ahí. Al salir otro robo, no a nosotros, a otro joven. A este si se le llevaron unos paquetes que llevaba. Este robo ocurrió justo cruzando la calle netamente al frente del retén. 

¡Que idiotas! ¡Estos son los que tienen secuestrada o monopolizada la seguridad! Si no van a brindarnos seguridad, al menos no estorben y permitan a la ciudadanía que portemos armas. Ya basta de delincuentes y chapas acolitos de estos.

Ladrones con uniforme.

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