La historia no olvidará jamás al gran héroe que hizo posible la independencia de Guayaquil, no con su fuerza física, ni con su oratoria, pero sí con sus conexiones y amistades. Prohibido es para los guayaquileños olvidar al ilustre José María de la Concepción de Antepara y Arenaza, el autor de la emancipación guayaquileña.
Ya para 1820, Antepara contaba entre sus amistades a importantes personajes de la lucha independentista, como Francisco de Miranda y Simón Bolívar, producto de sus viajes alrededor al viejo continente. Sin embargo, unos de sus más allegados, ya estando establecido en la ciudad, fue José Villamil Joly. Villamil estaba al principio de parte de los realistas, ocupaba importantes cargos militares durante el período de la Colonia española, sin embargo, su encuentro con el almirante Guillermo Brown hizo cambiar su visión hacia la independencia.
Olmedo no tiene mucha relevancia en esta parte de la historia, sin embargo, desde el primer momento mostró su respaldo y después se convertiría el más valioso de los guayaquileños en la historia.
Teniendo varios amigos con relativa importancia que están a favor de la independencia, Antepara decide que era ya hora de deponer la autoridad ibérica. En una visita a Pedro Morlás, en compañía de Villamil, dan el primer paso revolucionario: Se necesitaba reunir a todos los adeptos a la causa. La hija de Pedro Morlas, Isabel, constantemente pedía se le hiciese una fiesta en su casa. Antepara vio este momento como el propicio para camuflar la reunión.
La fiesta se celebro en aquella noche del 1 de octubre de 1820, desde temprano Antepara y Villamil habían coordinado la reunión, a la cual irían varios personajes de gran prestigio en la ciudad, incluyendo uno que otro realista. En pleno baile, Antepara congrega a los independentistas a una sala apartada para en ella celebrarse el juramento solemne de emancipar Guayaquil y librarla del gobierno español.
Esta reunión que decidiría la independencia guayaquileña es conocida como la Fragua de Vulcano.
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