Yo nací en esta tierra, de muy corrientes palmeras, y de un río de aguas muy turbias, y un paisaje desolado por la vegetación marchita debido a la escasez de lluvias en el verano del Chocó biogeográfico. Pero contrario a lo anterior expuesto, amo esta ciudad. El nexo e interacción que tengo con Guayaquil es muy grande, al menos así lo siento yo, sin embargo, más allá de las decoraciones que le plasman los autores en las canciones, hay que aprender a amar la ciudad tal como es, para es bueno describirla como tal. La ciudad bella y amable que hablan en muchas canciones se ve totalmente extinta ante la mala actitud de los guayaquileños que no sabemos valorar ni mejorar lo que tenemos.
Es hora de empezar a decir lo bueno de la ciudad de forma más cercana a la realidad sin exageraciones, así como revelar -ya no ocultar- la porquería que muchos intentan solapar por conveniencia o simple flojera. Así las canciones tendrían otra temática más apegada al sentimiento ciudadano, creando una reflexión sobre como se debe desarrollar nuestra convivencia y a que problemas debemos apuntar nuestra voluntad de cambiar.
No debemos conformarnos con esas canciones hermosas pero simplistas de mostrar lo de buena calidad y ocultar mientras más sea posible aquello que nos avergüenza.
En lo particular me gustan varias de esas canciones que alaban la belleza de Guayaquil, sin embargo, actualmente una de ellas -la más emblemática- ha sido secuestrada por un grupo de políticos que se han hecho con el poder de la Perla por ya largo tiempo: del Sillón de Olmedo y de los curules legislativos municipales. Ya no puedo cantar libremente el "Madera de Guerrero" sin que se me etiquete como socialcristiano o partidario del gobierno febres-corderista.
Guayaquileños, maderas de guerreros, defendamos nuestra identidad la cual no debe ligarse arbitrariamente al diseño político de unos cuantos autodenominados intocables administradores del municipio.
Ecce Carmen
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