Viajemos al pasado, solo un año, no más... Un día muy agobiante se vivía, los hinchas fieles nos congregábamos como de casualidad en el estadio y veíamos amargamente como se nos escapaba la posibilidad de disputar una final y poder ser campeones. ¡No! No pudimos llegar a esa final, el Deportivo Quito se ganó ese boleto y al final le ganó a unos emelecistas, que fanfarroneaban desde mediados de año con su eventual victoria como campeones.
Barcelona no disputaría la final, pero al menos nos quedaba una esperanza: la esperanza de poder acceder a un cupo para clasificar a la Copa Libertadores. Tras un mal resultado dependíamos de otros para poder terminar en cuarto lugar en la tabla acumulada.
La última fecha de la segunda etapa del 2011 llegó, y los resultados no se dieron. Barcelona aún así ganase su último partido, no tendría oportunidad a nada. La rabia invadía mi cuerpo, así como a muchos barcelonistas. Ya se acercaba la hora para ir al estadio. Agarré mi camiseta, la besé y me fui con ella al Monumental.
Los mares de hinchas no se veían, la bulla típica -de cuando el equipo estaba peleando por ir a la final- se hacía ausente, las largas filas para entrar a las localidades se reducían a tres o cuatro personas en espera.
4 de diciembre del 2011, mi Barcelona no aspiraba a nada, era solo un partido de trámite. Solo un puñado de hinchas fieles nos dimos cita para alentar a nuestro amado equipo, despedirlo como se debe y recordarle que no está solo, si habemos hinchas que estamos en las buenas y en las malas.
4 de diciembre del 2011: ¿Donde estabas novelero?
Ahora en el 2012 Barcelona ya salió campeón. Ahora solo nos toca esperar a ver la vuelta olímpica... ¡Ahora te empavonas al presumir que tienes entrada para la final! Tú vas y miles de hinchas fieles se han quedado sin boletos. Ahora quieres ser parte de la historia, falso hincha.
Y así nos toca a muchos aguantar: estando entre hinchas verdaderos y noveleros.
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